Un astrónomo no es un astrólogo pero para mucha gente es lo mismo. Ese dibujo es el de un sombrero salvo para algunos niños –como El Principito- que pueden ver una boa que se tragó un elefante. ¿Esa bebida es Coca Cola o Pepsi Cola? Por supuesto qeu comperdnes esto aunque etse mal ecsrito.
Las confusiones plantean un problema de gran importancia para estudiar cómo funciona la Teoría del Signo y la Semiosis peirceana. En este trabajo se estudia la naturaleza de las confusiones (que pueden venir del objeto, representamen ointerpretante) y los métodos para fijar confusiones.
El trabajo concluye cómo el concepto de confusión es central para que exista variabilidad en la Semiosis mas allá de las que se obtienen por inferencias (tanto deltipo deductivo, inductivo y abductivo). Además, se establecen “Categorías de Confusiones” en un intento de establecer una herramienta para la Teoría Semiótica que pueda utilizarse para el tratamiento de diversos problemas.
Ver mas en la web de la Universidad de Navarra
jueves, 21 de agosto de 2008
miércoles, 13 de agosto de 2008
69 pinceles para colorear la eternidad
Los pinceles ahora están quietos. Las telas ya no recibirán las visitas diarias de sus colores. No estarán los azules ni los rojos pardos. Las emociones ahora vuelan sin ser bañadas por sus manos de artista. El barco alcanzó su puerto. Ya no hay vela ni timón.
Fueron 69 pinceles aunque muchos creían que tenía muchos más. Es que Celis Pérez -tal su verdadero nombre- fue famoso desde muy joven. Él mismo se encargó de invertir la fórmula con la cual todos lo nombramos. Lo hizo porque le interesaba crear puentes que le faciliten el cariño de la gente.
Mi primer encuentro con Pérez Celis no fueron sus cuadros. Yo conocía su nombre, sabía que era pintor pero nunca habia ido a una exposición suya. Tenía 16 años y charlaba animadamente con Regina Monsalvo que tenía 82 años y solía estar cubierta con una manta en su sillón. Aunque hiciera un poquito de frío Regina ya estaba usando esa manta.
Y así se sucedían las historias de Regina (una de las primeras periodistas de la Argentina) con Walt Disney, viajes en submarino, su participación en diarios como Crítica o revistas como Leoplán, y la gran primicia y la exclusividad a nivel mundial que tuvo con los quintilizos Dilligenti.
Un día descubrí que la manta tenia su magia. No era cualquier manta, como casi no lo era ningún objeto en la casa de Jose de España y Regina Monsalvo. La manta en realidad era un Telar que había abandonado la fría pared para refugiarse y dar refugio a Regina. La manta tenía grabada una inscripción donde claramente se podía leer: Pérez Celis. Regina se reía de su travesura y yo pensaba que estaba ante la manta más cara de la historia.
Ya no estaban Regina ni Pepe, ni mis 16 años, y un bucle extraño me llevó hacia otra casa mágica. Íbamos a ver junto al fotógrafo Nacho Sourrielle a Pérez Celis. Ahora era marzo de 2001, y estábamos por hacer un reportaje totalmente atípico para la industria IT.
La idea era salir de la industria de la tecnologia y los negocios para volver a ella. Salíamos de la industria porque los reportajes serían con personalidades del arte, la ciencia y la filosofía. Y volveríamos a ella porque nuestras preguntas buscarían llegar a esencias que deben tener en cuenta los hombres de negocios.
Estábamos en un momento disruptivo que Carlos Manzanedo, nuestro director, había captado a la perfección. La revista IT Resellers Magazine Latinoamérica era famosa en toda la región. Pero desde hacia un buen tiempo Manzanedo no quería saber más nada con el nombre Resellers: es decir esencialmente aquellas empresas que compran un producto para revenderlo. Desde diversos editoriales Carlos profetizaba que debían cambiar a ser VARs (esto es resellers de valor agregado, empresas que agregan algún tipo de servicio o valor sobre el mero producto). Aún mas, Carlos quería que las empresas lleguen a ser IT Builders (constructores de soluciones, donde lo importante es el problema que se le resuelve al cliente). Y es así que decidimos cambiar la revista hacia el nombre IT Builders. Fue un proyecto en el que incluimos muchas nuevas ideas editoriales. La sección Espejos era una de ellas. El título de cada nota sería la firma escaneada del entrevistado.
Encontrar en las personalidades entrevistadas reflexiones que sean útiles para nuestra industria era un desafío. Sin embargo, estaba seguro que la idea era buena. Claro, había que demostrarlo. Parte de la ingeniería para lograrlo estaba en cómo realizar la entrevista. Debíamos llegar a nodos de comunión entre el management y el entrevistado. Creo que el resultado superó lo que había imaginado. Vuelvo a leer el artículo siete años después y encuentro reflexiones claves para diseñar estrategias y superar obstáculos. Pérez Celis nos habia regalado un reportaje inmortal.
Pérez Celis vivía en un departamente de dimensiones gigantezcas del editicio Central Park en barracas. "No me hayo en los espacios chicos, para pintar también necesito pintar en grande, no hago cuadros chicos", me dijo. Comenzamos a hablar como si nos conociéramos, yo por supuesto no pude evitar comentarle como conocí su obra, y él enseguida me dijo: "José de España era una autoridad". Hicimos tantas cosas en 2 horas que ahora me doy cuenta como Celis aprovechaba el tiempo al máximo sin que por otro lado se le notara una ansiedad excesiva. Mientras hablamos vinieron a consultarlo sobre un complejo trabajo que incluia la participacion de arquitectos. Los recibió y en 5 minutos los despachó.
Cada palabra que dijo la podía incluir en la nota. Normalmente cuando desgrabamos un reportaje debemos descartar muchísimo material simplemente porque no tiene gran interés. Pero esta nota era todo lo contrario. Fue muy difícil acortarla a dos páginas pero me queda la satisfacción de que cuando se publicó a Pérez Celis le encantó.
"Lograste poner lo que quería decir", dijo. Y es asi que a las pocas semanas me llegó un llamado de su secretaria invitándome a un almuerzo junto a Pablo Sirvén (reconocido periodista que por casualidad fue mi compañero en la revista Noticias, hoy en el diario La Nación). Había llegado a su círculo íntimo. Pero no pude ir. La urgencia de los cierres le ganó una batalla a lo importante.
Además del reportaje se nos había ocurrido otra idea. Como era la primer revista del nuevo ciclo, cada lector recibiría de regalo una reproducción del cuadro Sinfonía de la Fertilidad (hoy en la facultad de Odontología) de Pérez Celis. Por lo tanto, una vez terminado el reportaje, sacamos unas cuantas reproducciones para que Celis las firmara. Algunas para nosotros mismos, como la de Carlos, y algunas para nuestros clientes. A mi me signó de una forma que hoy llevo con orgullo: "Para Pablo, el Hacedor". No se si cumplí con su expectativa, pero se que me trazó un Norte. Luego, como si eso fuera poco, tomó un gran libro con sus reproducciones, y le hizo otra estupenda dedicatoria en donde escribió de una forma original mi apellido. Yo estaba tan contento que no pude más que esforzarme lo más posible para escribir su nota. Después de todo tenía que probar que mi concepto iba a funcionar. Pero nada de eso fue necesario. Pérez Celis ya había hablado con una coherencia tal que sólo era necesario esculpir sus palabras en el papel.
Fueron sólo 69 pinceles pero alcanzaron para dejar una obra y un recuerdo inmortal. Se fue -él siempre supo que se iba a ir- Celis Pérez. Pero quedó -el siempre supo que iba a quedar- Pérez Celis. Cuando nos encontramos él ya había superado a la muerte, yo aún estoy muy lejos de eso. Recuerdo que me miró y me dijo: "el pensamiento nos traiciona, si nos enredadamos en el pensamiento terminamos sufriendo"
Entre sus últmos reportajes hablaba que en los cuadros ahora lo que a él le interesaba era ver sangre, no si estaban bien o mal pintados, si tenían o no una idea original. Por eso creo que le gustó mucho la frase final que remataba su nota: "Yo no pienso, pinto"
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Aquí una versión algo más larga de la nota publicada en la revista IT Builders.
Transformó el estadio de Boca Juniors en una obra de arte. Plasmó los diez últimos siglos en pinturas que pronto se verán por primera vez, en Buenos Aires, junto a gran parte de su obra. Pérez Celis es, además, un pintor popular, como lo fue su admirado Quinquela Martín.
Antes de partir para Miami, recibió a IT Builders y compartió reflexiones que, como un espejo, reflejan sus emociones y enseñanzas. En esta nota, se revela una parte del secreto de Celis. La otra deberá buscarla en el icono "Saber más", que lo llevará al reportaje completo a través de itsitio.com.
—¿Piensa que su nombre es casi como una marca? En ese caso, ¿cómo se la construye?
—Esto no ha sido para nada producto de un plan premeditado. Tal vez, una multinacional con muchísimo dinero pueda imponer un nombre. Alguna vez dije que he sido un inconsciente que se dejó llevar. Porque yo era de una familia de clase media con grandes problemas económicos, y ni con la mayor imaginación podía pensar que hacer algo que realmente me gustaba, como era la pintura, me llevaría a recorrer gran parte del mundo.
Esto me hace pensar que si uno hace algo con entero amor y pasión, no solamente a veces le puede ir realmente bien, sino que puede superar hasta los momentos más difíciles. Por eso, muchas veces los padres se equivocan cuando les aconsejan a sus hijos seguir tal o cual carrera porque "te conviene". Ahí se da justamente el caso de que, si les va mal, se vienen abajo. Uno supera los peores momentos cuando se hace algo que realmente gusta y siente.
Habría que hacer un estudio más profundo para saber cómo alguien logra no sólo ser una marca sino, además, ser popular. No es cuestión de aparecer en televisión. Hay muchos pintores que aparecen en TV y no los registra nadie. Hay otras connotaciones que llevan a eso. No me corresponde a mí el análisis. Pero pienso que alguien lo puede lograr cuando hace algo con amor y pasión por sobre todas las cosas.
—¿Y la razón?
—Como todos sabemos, el amor y la razón son cosas compartidas. Me gusta poner el ejemplo del profeta que dice que la vida es como un barco: la pasión es la vela y la razón es el timón. Con el timón solo, no te movés; con la vela sola, te podés estrellar en cualquier lado. En cambio, si utilizás el timón y la vela, podés llegar muy lejos. Eso es, posiblemente, lo que me ha sucedido.
—¿Alguna vez fracasó?
—Prefiero hablar de la suma de hechos no afortunados. Fracaso es una palabra demasiado grande, que quizá se podría emplear en el final de una vida. Me arrepentí no sólo de hacer una obra sino también de mostrarla. Además, he destruido muchas cosas. Pero, a veces, el fracaso es el germen de algo que está por surgir y uno no ha comprendido. Reaparece tiempo después, y no sólo no es un fracaso sino que es un acierto. A veces, tanto nosotros como puede ser el caso de las empresas, no estamos preparados para las cosas nuevas. Ocurre que el conocimiento es el pasado. Uno conoce lo que pasó y, justamente, la creación es lo contrario: es lo desconocido. Muchas veces se nos presentan cosas nuevas y desconocidas. Y les tememos. Un buen ejemplo sucedió cuando Picasso realizó "Las señoritas de Avignon", el primer cuadro cubista. La obra no tenía nada que ver con la pintura realista que él venía haciendo tan bien, incluso parecía que era un cuadro mal pintado. Pero fue el nacimiento de todo el arte contemporáneo. Me pregunto, ¿cómo se habrá sentido Picasso?
—¿Busca un concepto para crear un cuadro? ¿Es similar al proceso de crear una publicidad?
—Primero, no me gusta la palabra concepto. La misma palabra lo dice: es un hecho cerrado. El arte, en cambio, es abierto. Por eso no trabajo con ideas. La idea es un elemento interesante para la publicidad. Por ejemplo, si hay que vender un producto para un mercado determinado, entonces se debe buscar una idea, desarrollarla para los diferentes medios, y se vende el producto. Un publicista busca una idea y la desarrolla. ¿Qué pasa si tiene que vender ese producto de nuevo al poco tiempo? Tiene que cambiar de idea, porque la idea se gasta, se vence. Eso nos demuestra que las ideas tienen corto alcance. A mí me interesa mucho más, y creo que las grandes obras se hicieron de esta manera, trabajar con motivaciones. O sea, estar motivado por algo; luego se toma eso como punto de partida y se desarrolla la obra. Se puede estar motivado por una mujer, por el mar, un pájaro, las injusticias; no importa por qué. Pero esas motivaciones son las que logran, aunque sea en una naturaleza muerta, que vos sientas. Un motivador es un disparador de acciones.
—¿Cómo se logra estar motivado?
—Seguro que sin buscarlo. Permanentemente, se escucha que el artista está en la búsqueda. Creo que eso lo puede hacer un científico, porque sabe lo que está buscando. Pero no se puede buscar lo que no se conoce. Y si la creación es lo desconocido, ¿cómo vas a salir a buscarla? Se sale a buscar petróleo, dinero, una mujer, o sea, cosas que se conocen.
El artista cuando sale a buscar, probablemente está desviando su camino. No tiene que buscar. Tiene que estar alerta y receptivo para recibir. Por eso, Picasso dijo una cosa muy sabia: "Yo no busco, encuentro".
—¿La motivación es sólo patrimonio de los artistas?
—Recuerdo cuando tuve que hacer una obra grande en Rosario, una escultura de dieciséis metros, para cuya construcción contaba con el aporte de los trabajadores municipales. Había tres obreros trabajando. Cuando se les preguntó qué estaban haciendo, el primero dijo: "Estoy poniendo un ladrillo arriba del otro", el segundo: "Estoy haciendo una pared", pero el tercero dijo: "Yo estoy levantando un templo". Los tres estaban haciendo el mismo trabajo pero tenían diferente conciencia sobre lo que estaban realizando. Y ellos, que eran obreros municipales, estaban construyendo una obra que iba a ser un testimonio cultural de su lugar. Quizás algún día se lo cuenten a sus nietos. Cualquiera que esté dirigiendo una empresa debería hacerles sentir a quienes trabajan que, si bien lo están haciendo por un sueldo, además están realizando algo que les puede gustar o que tiene su importancia. Hay gente que está haciendo cosas interesantes y a lo mejor ni se da cuenta. Ni se los hacen notar y, por lo tanto, no están motivados.
—¿Utiliza la tecnología en sus trabajos?
—Hay muchos pintores que están muy preocupados por el mundo de la tecnología y la computación. Yo pienso que pueden ser útiles. Por ejemplo, utilicé la computadora en los murales del estadio de Boca Juniors para desarrollar las estrellas. Pero eso no quiere decir que uno va a crear porque tenga tecnología. Suelo decir que mientras haya un ser humano con un carbón en la mano que trace una línea, siempre va a poder decir algo enteramente nuevo y diferente a todo lo que se dijo en la historia de la humanidad. Cada uno de nosotros tiene la posibilidad de hacer algo nuevo.
Pérez Celis se encuentra en una etapa de gran producción. Pero quiere dejar atrás el pensamiento. "He llegado a considerar que el pensamiento es muy peligroso. Hay que tener mucho cuidado con él. Como quien intenta contestar las grandes preguntas y comienza a sentir una gran frustración." El artista, después de sufrir importantes pérdidas, como la muerte de sus dos esposas, hoy parece estar más vivo y entusiasmado que nunca.
Tal vez sea porque consiguió superar esta época donde la información pasó a ser otro tipo de polución. Quizás el secreto esté en su mismo taller, lleno de cuadros tan enormes como provocadores, en el cual se puede escuchar a un Pérez Celis que parece casi gritar: "Yo no pienso, pinto". El combustible que lo alimenta se compone de "estar alerta y receptivo para recibir motivaciones". Usted, ¿lo está?
Fueron 69 pinceles aunque muchos creían que tenía muchos más. Es que Celis Pérez -tal su verdadero nombre- fue famoso desde muy joven. Él mismo se encargó de invertir la fórmula con la cual todos lo nombramos. Lo hizo porque le interesaba crear puentes que le faciliten el cariño de la gente.
Mi primer encuentro con Pérez Celis no fueron sus cuadros. Yo conocía su nombre, sabía que era pintor pero nunca habia ido a una exposición suya. Tenía 16 años y charlaba animadamente con Regina Monsalvo que tenía 82 años y solía estar cubierta con una manta en su sillón. Aunque hiciera un poquito de frío Regina ya estaba usando esa manta.
Y así se sucedían las historias de Regina (una de las primeras periodistas de la Argentina) con Walt Disney, viajes en submarino, su participación en diarios como Crítica o revistas como Leoplán, y la gran primicia y la exclusividad a nivel mundial que tuvo con los quintilizos Dilligenti.
Un día descubrí que la manta tenia su magia. No era cualquier manta, como casi no lo era ningún objeto en la casa de Jose de España y Regina Monsalvo. La manta en realidad era un Telar que había abandonado la fría pared para refugiarse y dar refugio a Regina. La manta tenía grabada una inscripción donde claramente se podía leer: Pérez Celis. Regina se reía de su travesura y yo pensaba que estaba ante la manta más cara de la historia.
Ya no estaban Regina ni Pepe, ni mis 16 años, y un bucle extraño me llevó hacia otra casa mágica. Íbamos a ver junto al fotógrafo Nacho Sourrielle a Pérez Celis. Ahora era marzo de 2001, y estábamos por hacer un reportaje totalmente atípico para la industria IT.
La idea era salir de la industria de la tecnologia y los negocios para volver a ella. Salíamos de la industria porque los reportajes serían con personalidades del arte, la ciencia y la filosofía. Y volveríamos a ella porque nuestras preguntas buscarían llegar a esencias que deben tener en cuenta los hombres de negocios.
Estábamos en un momento disruptivo que Carlos Manzanedo, nuestro director, había captado a la perfección. La revista IT Resellers Magazine Latinoamérica era famosa en toda la región. Pero desde hacia un buen tiempo Manzanedo no quería saber más nada con el nombre Resellers: es decir esencialmente aquellas empresas que compran un producto para revenderlo. Desde diversos editoriales Carlos profetizaba que debían cambiar a ser VARs (esto es resellers de valor agregado, empresas que agregan algún tipo de servicio o valor sobre el mero producto). Aún mas, Carlos quería que las empresas lleguen a ser IT Builders (constructores de soluciones, donde lo importante es el problema que se le resuelve al cliente). Y es así que decidimos cambiar la revista hacia el nombre IT Builders. Fue un proyecto en el que incluimos muchas nuevas ideas editoriales. La sección Espejos era una de ellas. El título de cada nota sería la firma escaneada del entrevistado.
Encontrar en las personalidades entrevistadas reflexiones que sean útiles para nuestra industria era un desafío. Sin embargo, estaba seguro que la idea era buena. Claro, había que demostrarlo. Parte de la ingeniería para lograrlo estaba en cómo realizar la entrevista. Debíamos llegar a nodos de comunión entre el management y el entrevistado. Creo que el resultado superó lo que había imaginado. Vuelvo a leer el artículo siete años después y encuentro reflexiones claves para diseñar estrategias y superar obstáculos. Pérez Celis nos habia regalado un reportaje inmortal.
Pérez Celis vivía en un departamente de dimensiones gigantezcas del editicio Central Park en barracas. "No me hayo en los espacios chicos, para pintar también necesito pintar en grande, no hago cuadros chicos", me dijo. Comenzamos a hablar como si nos conociéramos, yo por supuesto no pude evitar comentarle como conocí su obra, y él enseguida me dijo: "José de España era una autoridad". Hicimos tantas cosas en 2 horas que ahora me doy cuenta como Celis aprovechaba el tiempo al máximo sin que por otro lado se le notara una ansiedad excesiva. Mientras hablamos vinieron a consultarlo sobre un complejo trabajo que incluia la participacion de arquitectos. Los recibió y en 5 minutos los despachó.
Cada palabra que dijo la podía incluir en la nota. Normalmente cuando desgrabamos un reportaje debemos descartar muchísimo material simplemente porque no tiene gran interés. Pero esta nota era todo lo contrario. Fue muy difícil acortarla a dos páginas pero me queda la satisfacción de que cuando se publicó a Pérez Celis le encantó.
"Lograste poner lo que quería decir", dijo. Y es asi que a las pocas semanas me llegó un llamado de su secretaria invitándome a un almuerzo junto a Pablo Sirvén (reconocido periodista que por casualidad fue mi compañero en la revista Noticias, hoy en el diario La Nación). Había llegado a su círculo íntimo. Pero no pude ir. La urgencia de los cierres le ganó una batalla a lo importante.
Además del reportaje se nos había ocurrido otra idea. Como era la primer revista del nuevo ciclo, cada lector recibiría de regalo una reproducción del cuadro Sinfonía de la Fertilidad (hoy en la facultad de Odontología) de Pérez Celis. Por lo tanto, una vez terminado el reportaje, sacamos unas cuantas reproducciones para que Celis las firmara. Algunas para nosotros mismos, como la de Carlos, y algunas para nuestros clientes. A mi me signó de una forma que hoy llevo con orgullo: "Para Pablo, el Hacedor". No se si cumplí con su expectativa, pero se que me trazó un Norte. Luego, como si eso fuera poco, tomó un gran libro con sus reproducciones, y le hizo otra estupenda dedicatoria en donde escribió de una forma original mi apellido. Yo estaba tan contento que no pude más que esforzarme lo más posible para escribir su nota. Después de todo tenía que probar que mi concepto iba a funcionar. Pero nada de eso fue necesario. Pérez Celis ya había hablado con una coherencia tal que sólo era necesario esculpir sus palabras en el papel.
Fueron sólo 69 pinceles pero alcanzaron para dejar una obra y un recuerdo inmortal. Se fue -él siempre supo que se iba a ir- Celis Pérez. Pero quedó -el siempre supo que iba a quedar- Pérez Celis. Cuando nos encontramos él ya había superado a la muerte, yo aún estoy muy lejos de eso. Recuerdo que me miró y me dijo: "el pensamiento nos traiciona, si nos enredadamos en el pensamiento terminamos sufriendo"
Entre sus últmos reportajes hablaba que en los cuadros ahora lo que a él le interesaba era ver sangre, no si estaban bien o mal pintados, si tenían o no una idea original. Por eso creo que le gustó mucho la frase final que remataba su nota: "Yo no pienso, pinto"
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Aquí una versión algo más larga de la nota publicada en la revista IT Builders.
Transformó el estadio de Boca Juniors en una obra de arte. Plasmó los diez últimos siglos en pinturas que pronto se verán por primera vez, en Buenos Aires, junto a gran parte de su obra. Pérez Celis es, además, un pintor popular, como lo fue su admirado Quinquela Martín.
Antes de partir para Miami, recibió a IT Builders y compartió reflexiones que, como un espejo, reflejan sus emociones y enseñanzas. En esta nota, se revela una parte del secreto de Celis. La otra deberá buscarla en el icono "Saber más", que lo llevará al reportaje completo a través de itsitio.com.
—¿Piensa que su nombre es casi como una marca? En ese caso, ¿cómo se la construye?
—Esto no ha sido para nada producto de un plan premeditado. Tal vez, una multinacional con muchísimo dinero pueda imponer un nombre. Alguna vez dije que he sido un inconsciente que se dejó llevar. Porque yo era de una familia de clase media con grandes problemas económicos, y ni con la mayor imaginación podía pensar que hacer algo que realmente me gustaba, como era la pintura, me llevaría a recorrer gran parte del mundo.
Esto me hace pensar que si uno hace algo con entero amor y pasión, no solamente a veces le puede ir realmente bien, sino que puede superar hasta los momentos más difíciles. Por eso, muchas veces los padres se equivocan cuando les aconsejan a sus hijos seguir tal o cual carrera porque "te conviene". Ahí se da justamente el caso de que, si les va mal, se vienen abajo. Uno supera los peores momentos cuando se hace algo que realmente gusta y siente.
Habría que hacer un estudio más profundo para saber cómo alguien logra no sólo ser una marca sino, además, ser popular. No es cuestión de aparecer en televisión. Hay muchos pintores que aparecen en TV y no los registra nadie. Hay otras connotaciones que llevan a eso. No me corresponde a mí el análisis. Pero pienso que alguien lo puede lograr cuando hace algo con amor y pasión por sobre todas las cosas.
—¿Y la razón?
—Como todos sabemos, el amor y la razón son cosas compartidas. Me gusta poner el ejemplo del profeta que dice que la vida es como un barco: la pasión es la vela y la razón es el timón. Con el timón solo, no te movés; con la vela sola, te podés estrellar en cualquier lado. En cambio, si utilizás el timón y la vela, podés llegar muy lejos. Eso es, posiblemente, lo que me ha sucedido.
—¿Alguna vez fracasó?
—Prefiero hablar de la suma de hechos no afortunados. Fracaso es una palabra demasiado grande, que quizá se podría emplear en el final de una vida. Me arrepentí no sólo de hacer una obra sino también de mostrarla. Además, he destruido muchas cosas. Pero, a veces, el fracaso es el germen de algo que está por surgir y uno no ha comprendido. Reaparece tiempo después, y no sólo no es un fracaso sino que es un acierto. A veces, tanto nosotros como puede ser el caso de las empresas, no estamos preparados para las cosas nuevas. Ocurre que el conocimiento es el pasado. Uno conoce lo que pasó y, justamente, la creación es lo contrario: es lo desconocido. Muchas veces se nos presentan cosas nuevas y desconocidas. Y les tememos. Un buen ejemplo sucedió cuando Picasso realizó "Las señoritas de Avignon", el primer cuadro cubista. La obra no tenía nada que ver con la pintura realista que él venía haciendo tan bien, incluso parecía que era un cuadro mal pintado. Pero fue el nacimiento de todo el arte contemporáneo. Me pregunto, ¿cómo se habrá sentido Picasso?
—¿Busca un concepto para crear un cuadro? ¿Es similar al proceso de crear una publicidad?
—Primero, no me gusta la palabra concepto. La misma palabra lo dice: es un hecho cerrado. El arte, en cambio, es abierto. Por eso no trabajo con ideas. La idea es un elemento interesante para la publicidad. Por ejemplo, si hay que vender un producto para un mercado determinado, entonces se debe buscar una idea, desarrollarla para los diferentes medios, y se vende el producto. Un publicista busca una idea y la desarrolla. ¿Qué pasa si tiene que vender ese producto de nuevo al poco tiempo? Tiene que cambiar de idea, porque la idea se gasta, se vence. Eso nos demuestra que las ideas tienen corto alcance. A mí me interesa mucho más, y creo que las grandes obras se hicieron de esta manera, trabajar con motivaciones. O sea, estar motivado por algo; luego se toma eso como punto de partida y se desarrolla la obra. Se puede estar motivado por una mujer, por el mar, un pájaro, las injusticias; no importa por qué. Pero esas motivaciones son las que logran, aunque sea en una naturaleza muerta, que vos sientas. Un motivador es un disparador de acciones.
—¿Cómo se logra estar motivado?
—Seguro que sin buscarlo. Permanentemente, se escucha que el artista está en la búsqueda. Creo que eso lo puede hacer un científico, porque sabe lo que está buscando. Pero no se puede buscar lo que no se conoce. Y si la creación es lo desconocido, ¿cómo vas a salir a buscarla? Se sale a buscar petróleo, dinero, una mujer, o sea, cosas que se conocen.
El artista cuando sale a buscar, probablemente está desviando su camino. No tiene que buscar. Tiene que estar alerta y receptivo para recibir. Por eso, Picasso dijo una cosa muy sabia: "Yo no busco, encuentro".
—¿La motivación es sólo patrimonio de los artistas?
—Recuerdo cuando tuve que hacer una obra grande en Rosario, una escultura de dieciséis metros, para cuya construcción contaba con el aporte de los trabajadores municipales. Había tres obreros trabajando. Cuando se les preguntó qué estaban haciendo, el primero dijo: "Estoy poniendo un ladrillo arriba del otro", el segundo: "Estoy haciendo una pared", pero el tercero dijo: "Yo estoy levantando un templo". Los tres estaban haciendo el mismo trabajo pero tenían diferente conciencia sobre lo que estaban realizando. Y ellos, que eran obreros municipales, estaban construyendo una obra que iba a ser un testimonio cultural de su lugar. Quizás algún día se lo cuenten a sus nietos. Cualquiera que esté dirigiendo una empresa debería hacerles sentir a quienes trabajan que, si bien lo están haciendo por un sueldo, además están realizando algo que les puede gustar o que tiene su importancia. Hay gente que está haciendo cosas interesantes y a lo mejor ni se da cuenta. Ni se los hacen notar y, por lo tanto, no están motivados.
—¿Utiliza la tecnología en sus trabajos?
—Hay muchos pintores que están muy preocupados por el mundo de la tecnología y la computación. Yo pienso que pueden ser útiles. Por ejemplo, utilicé la computadora en los murales del estadio de Boca Juniors para desarrollar las estrellas. Pero eso no quiere decir que uno va a crear porque tenga tecnología. Suelo decir que mientras haya un ser humano con un carbón en la mano que trace una línea, siempre va a poder decir algo enteramente nuevo y diferente a todo lo que se dijo en la historia de la humanidad. Cada uno de nosotros tiene la posibilidad de hacer algo nuevo.
Pérez Celis se encuentra en una etapa de gran producción. Pero quiere dejar atrás el pensamiento. "He llegado a considerar que el pensamiento es muy peligroso. Hay que tener mucho cuidado con él. Como quien intenta contestar las grandes preguntas y comienza a sentir una gran frustración." El artista, después de sufrir importantes pérdidas, como la muerte de sus dos esposas, hoy parece estar más vivo y entusiasmado que nunca.
Tal vez sea porque consiguió superar esta época donde la información pasó a ser otro tipo de polución. Quizás el secreto esté en su mismo taller, lleno de cuadros tan enormes como provocadores, en el cual se puede escuchar a un Pérez Celis que parece casi gritar: "Yo no pienso, pinto". El combustible que lo alimenta se compone de "estar alerta y receptivo para recibir motivaciones". Usted, ¿lo está?
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