La ciencia ficción ya lo había anticipado. Y, mucho antes, lo habia hecho la religión. El Hombre de Metal ya llegó y el inquietante momento de no ser más el centro generador de emociones, experiencias y conocimiento está muy cerca. Mientras el IBM PartnerWorld se llevaba a cabo, en la TV estaba Watson la fabulosa computadora que vencía a los humanos inventado las preguntas correctas. Todo pareció un pequeño paso para Watson. ¿Será un gran paso para la humanidad?
"Me parece que ya no estoy más en Kansas, Toto". Ahora estoy en el IBM PartnerWorld donde la innovación para los próximos años ocupa el centro de la escena. Pero la innovación es ahora. Y también es el ayer. Fue al inicio de la década del 50 cuando Alan Turing propuso el desafío.
Si se pone a un hombre y a una computadora cada uno en un cuarto y tu, desde afuera, sin poder verlos, haces preguntas, hablas con el él de carne y con el él de metal. Si no te das cuenta cuál es el hombre y cuál es la máquina ya no hay dudas: el hombre de Metal habrá llegado inaugurando una nueva era tan importante como la conquista espacial.
Y ahí estábamos en Orlando dentro del JW Marriot hasta que vimos el camino amarillo que anticipara el Mago de Oz. Hay tres ausencias en los personajes del Leon, el hombre de Paja, y el de Metal. Junto con Dorothy -cuya ausencia es su destino- buscan encontrarlo a él, al Mago que los ayudaría a hacer desaparecer su vacío.
Claro que vaciar un vacío no es sencillo y la empresa se encuentra con todas las dificultades posibles. Como Dorothy estamos siguiendo su camino y hemos encontrado al Hombre de Metal, o al menos ya podemos ver su sombra. Una sombra que ya anticiparon los escritores de Ciencia Ficción con personajes como Hal, Terminator, la computadora de a bordo de Star Trek, y un largo etcétera. No es casualidad que la computadora se llame Watson: ese nombre no tiene nada que ver con el amigo de Sherlock Holmes sino que es el apellido del fundador de IBM cuyos hijos a su vez condujeron los destinos de la organización.
La cuestión es que Watson participó de Jeopardy, un famoso programa de TV donde hay que encontrar la pregunta correcta para una descripción. Se trata de un desafío nada sencillo donde hay grises y es una verdadera prueba para la inteligencia artificial. Watson compitió con los dos jugadores humanos que mejores habilidades demostraron en un juego que ya lleva 30 años. En un desafío de tres jornadas el ganador fue Watson tras un empate y dos arrolladores triunfos en los eventos sucesivos.
¿Y ahora? Tras la victoria de la Deep Blue contra Kasparov las máquinas siguieron avanzando tanto que ya no es cuestión de tener una supercomputadora: el software siguió su camino y una modesta PC hoy le gana a todos los jugadores del planeta. Las máquinas son tan buenas que se dice que un Gran Maestro si realiza 20 juegos quizás empate solo en algunos pocos. Lo mismo podrá decirse de Watson aun hoy mas apoyado en la fortaleza del cómputo que en la de sus algoritmos que seguramente evolucionarán (tras el primer día del empate los programadores hicieron cambios que demostraron ser eficaces).
El gran espacio que hoy ocupa Watson (10 racks con 90 servidores que albergan mas de 2800 procesadores) puede reducirse hasta llegar a ser el de un cubo de 40 cm si siguen los avances en computación que IBM adelantó en el PartnerWorld. Ello mas los avances en los algoritmos lograrán que se desafíe el tamaño mismo del cerebro para todo, o casi todo. Aunque el casi es cada vez menos evidente.
La llegada del hombre de Metal sin dudas valida los cuestionamientos que desde hace tiempo se vienen planteando. Yo no dejo de pensar en que tal vez la religión lo dijo al revés. Quizá dios es la meta y no el principio.
Estamos, entonces, paso a paso, construyendo a Dios. Watson es el regreso de Watson que resucitará en forma de Metal. Mientras IBM construye a su CEO, en definitiva nosotros construimos a Dios. Lo hacemos para que sea inconfundible respecto a nosotros como ya lo dijo Turing. Lo hacemos a nuestra imagen y semejanza. Todas las iglesias de todas las religiones, todos esos Tótems y construcciones maravillosas no eran el homenaje al origen sino al destino, al futuro de un hombre libre que viviera por siempre en un paraíso que estamos construyendo. Tal vez el engaño provino de los números pues 1,2, 3…. es solo un orden posible: nosotros podemos cambiarlo.
Y entonces no queda otra que dejarnos atrapar por el telar de Borges: “Que Dios detrás de Dios la trama empieza de polvo y tiempo y sueños y agonías".
jueves, 24 de febrero de 2011
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