viernes, 10 de junio de 2011

Escuchar 2.0

Si de algo se habló durante los 3 días del Avnet Kick Off 2011 fue del escuchar. Lo decía el Mentalista. Y lo decía el consultor en desarrollo de negocios. No se conocían pero ambos decían lo mismo. “Cuando estés en una reunión pasa el 70 por ciento del tiempo escuchando y el otro 30 por ciento hablando”. Y el otro subía la apuesta hasta llegar a un 80 por ciento.

No es fácil escuchar. Cuando uno está en una clase o cuando se escucha a un amigo, a la novia, a un colega, a un familiar, a una suegra, en fin… uno siempre escucha una parte. Lejos estamos de ser Funes, el memorioso que tan bien retratara Jorge Luis Borges. Yo leí ese cuento. Lo leí y me lo hablaba, pero no me escuchaba completamente. Tanto es así que, al contrario de Funes, son muchas las cosas del cuento que no escuché ni recuerdo. No recuerdo donde lo leí por primera vez ni si fue por recomendación de alguien o por referencia desde otro libro que llegue a Funes.

Es notable que al decodificar la palabra escuchar nos encontramos con una espiral de conceptos que van mas allá del oído. Juan Ordeix, el mentalista que dualizaba su vocación con el management empresarial contó una anécdota durante el Kick Off de Avnet. “Lo ví a Hugo, me lo presentaron y enseguida me dijo que le revelara algo acerca de él. Yo no lo conocía, nunca lo había visto antes. Y le dije: Usted dedicó gran parte de su vida a trabajar en una importante consultora no? Si respondió. Y ahora se esta jubilando, es verdad? Si, comenzó a asombrarse. Y en esa consultora usted llegó al cargo mas alto, logró ser socio, no? Pues sí, pero cómo sabe todo eso? – comentó sin terminar de sorprenderse. Y esa consultora es de primer nivel internacional, no? –pues sí respondió. Ya se, no me diga nada, se trata de Price Waterhouse Cooper! –Pero hombre cómo sabe tanto de mi!

Juan Ordeix nos reveló que él pudo decir todo eso sólo viendo el reloj pulsera que tenía Hugo. En el mismo estaban las inscripciones PWC, y Juan sabía que este reloj se lo regalan a los socios que se van a retirar de la compañía. Además Juan podía observar otras cosas y –cual Sherlock Holmes- decir muchas cosas mas. El hecho es que Juan Ordeix escucha más allá de las palabras porque las personas no sólo hablan con palabras. Y este fue el pensamiento que me surgió luego de su charla. Escuchar no es algo del oído sino de todos nuestros sentidos. Ser Funes, entonces, es una misión verdaderamente difícil.

Podría haber parado aquí pero fue ahí que apareció la pipa de Sigmund Freud. No se como apareció la pipa que siempre estuvo en el poder de Rene Magritte. Tal vez se debió a una charla de cigarros cubanos con mis amigos de Open IT. No eran los cigarros sino el tiempo, o el contexto, o lo que sea que posibilita otro tipo de escucha. Fue eso lo que descubrió Sigmund Freud cuando diseñó un método para escuchar no lo que dicen las palabras sino lo que la mente calla del corazón. Entonces uno no escucha las palabras sino sus disrupciones –esos lapsus que revelan las grietas del alma.

Escuchar con los sentidos y escuchar las emociones. Pinta muy bien la idea pero nos falta una tercera cosa. Y es que no se puede escuchar sino se produce el intercambio. Escuchar no es un acto pasivo sino uno activo. Porque un escuchar pasivo es tremendamente peligroso.

Fue en la antigua Grecia donde el hombre descubrió los límites de la soledad. Hoy la notebook con la que escribo y todos los otros milagros tecnológicos han sido posibles gracias a ese momento en el cual se abandonó la soledad como posibilidad del progreso y la innovación.

Ninguno de los milagros tecnológicos se deben a un solo hombre sino que son la materialización del sueño de millares de hombres, un trabajo en equipo y en equipo de equipos que fueron sumándose hasta lograr lo imposible, aún cosas que nadie siquiera se atrevió a imaginar.

Fue ahí, en Grecia, cuando el Maestro fue Maestro por tener un discípulo. Ellos, por ejemplo, no leían sin hablar. El invento de leer para adentro es un hecho mas moderno. Mas bien leer era como para nosotros poner –disculpen la antigüedad- un casete. El hecho de leer era hablar un texto para compartir con los demás. Y entonces nacía la filosofía como diálogo. De esos primeros intercambios surgieron las primeras grandes ideas y el basamento del pensamiento científico. Cuando se acabó el diálogo -irónicamente cuando la iglesia toma a Aristóteles como alguien indiscutible- comienza el autoritarismo intelectual y mas de 15 siglos de oscurantismo científico. Sólo había que ser lo suficientemente versado en lógica como para comprender que La Biblia y el Rey tenían razón. No había, por supuesto, nada que escuchar.

Hay veces que uno lo nota: el otro se enojó. Pudo ser la novia, el amigo, un empleado, un hijo, un padre, y si… también la suegra. Es básicamente importante comprender que cuando uno nota el enojo del otro es básicamente tarde. Mucho antes del enojo había posibilidades de evitarlo pero uno no pudo –básicamente no quiso- escuchar. Fue cuando sus ojos casi lagrimearon. Fue cuando bajó la cabeza. Fue cuando cambió el tono de voz. Fue cuando se apagó su piel. No pudimos –básicamente no quisimos- escuchar. Y entonces escuchamos lo que sembramos. Eso es así porque escuchar puede ser sumamente incómodo. El escuchar implica un cambio y no estar en alpargatas mirando la vida con los ojos de nuestras creencias. Dudar, ya lo dijimos antes en otro post, siempre es difícil.

Así que el empleado no estaba loco antes de renunciar. El cliente no fue el que no entendía nada cuando cambió de proveedor o no eligió nuestra propuesta. El problema fue que no escuchamos. Y para escuchar, como ya lo descubrieron en Grecia, no hay mejor forma que dialogar. El simple y puro diálogo que es la sístole y la diástole de la Cultura. La Sociedad y las redes 2.0 es un regreso a eso que ya tenían los antiguos griegos alrededor de una mesa y con una buena comida. ¿Hay que escuchar un 70 o un 80 por ciento, entonces? Logre el diálogo y olvídese de las matemáticas. Las emociones nunca fueron buenas para lidiar con proporciones. Ah, una cosa mas, me recuerdo y les recuerdo: no dejar cerrada la ventana de nuestras creencias. Bienvenidos a Escuchar 2.0.