domingo, 8 de junio de 2014
El Libro Imposible y la burbuja del Alma
Las caras, los recuerdos, las ideas y otras proezas son los habitantes de la ciudad de los museos infinitos. En ese laberinto del tiempo encontré un testigo particular. Un sobreviviente de centurias, de inquisiciones, de recuerdos y de dueños. Ese testigo tiene el cuerpo de un libro y el alma de un caballo salvaje. El asombro, la ansiedad y la curiosidad se dan cita cuando sus páginas te gritan y te muestran una pasión indómita que escapa a todos tus sentidos. El intelecto y la fe carecen de fuerzas frente a él.
No encontré ese libro en ninguno de esos museos que están por arriba y por debajo de la ciudad de Washington. Tampoco a decir verdad lo vi. Simplemente lo descubrí hablando. Todo ello fue posible gracias a mi amigo y compañero de aventuras astronómicas Raúl Cebral. “Coco” fue uno de los mejores estudiantes de física de su generación. Luego partió a la universidad George Mason en Washington donde diseña modelos personalizados de la circulación cerebral para predecir la formación y ruptura de aneurismas. Volver a charlar con Coco era despertar el diálogo, aquello que nos lleva a recorrer lugares que no podemos visitar por nosotros mismos.
Y nuestra charla fue por un camino sin un principio determinado hasta que algo hizo que Coco me mostrara unos libros sobre el libro. No era un libro cualquiera como rápidamente lo comprendí: se trataba de un libro imposible.
El manuscrito Voynich es un libro probablemente medieval de cientos de páginas con numerosas ilustraciones. Como si fuera poco muchas de estas ilustraciones tienen epígrafes. Se ven plantas, dibujos astronómicos y muchas cosas tan reconocibles como su escritura. El problema es que las plantas no parecen ser plantas verdaderas o al menos terrestres y los diagramas astronómicos tampoco se comprenden. Como si fuera poco está escrito con una letra clara y precisa pero no se conoce el lenguaje de esa escritura. Quienes lo estudiaron suponen que fue escrito en clave para escapar de miradas inquisidoras como lo hiciera el mismo Leonardo Da Vinci. Pues bien: nadie ni siquiera los matemáticos de la NSA (National Security Agency) lograron descifrar el manuscrito. Hasta ahora algunos, pero no todos, suponen que sí está escrito en un lenguaje. O sea ni siquiera sabemos si no estamos frente a garabatos dibujados al azar aunque si así fuera la inteligencia que planeó el fraude tenía conocimientos muy superiores a los de su época.
Tener un libro imposible frente a tus narices dice todo lo que no puede leerse en el libro. Voynich lo descubrió en 1912 y es por eso que el manuscrito tiene su nombre. Pero no sabemos mucho mas: por supuesto las teorías abundan, desde que fue escrito por extraterrestres hasta que se trata del libro prohibido de los alquimistas.
El libro está ahí, cada día despierta y nos recuerda que siempre hay algo que no podremos leer. Cuando uno esquiva la mirada incapaz de contener la del otro, cuando uno habla sin escuchar y cuando el laberinto atrapa la humildad nos damos cuenta que el manuscrito sigue ahí hablando sin que podamos escucharlo. Tal vez se trata del libro de la sabiduría que nos quite la ignorancia atrapada en nuestra finitud. Tal vez sólo alguien digno como lo fue Excalibur pueda leer semejante espada.
Mientras tanto la espada de Voynich fue derrotando a las mentes y las computadoras mas brillantes del planeta. Parece imposible que cualquier cosa inventada en la edad negra pudiera vencer a lo mas supremo del renacimiento. ¿Y si en realidad es una copia de una copia que viene de otros tiempos?
Si el libro no es de los hombres tal vez contenga el anillo del Poder Supremo como lo pronosticaba Tolkien. En esas tierras que bordean la realidad con la fantasía nos muestra como los objetos no están formados por átomos sino por la concentración de deseos. Así el deseo de sentarse creó la silla. Y esta materialización de deseos que son los objetos los dota de comportamiento. ¿Qué deseo creó al libro imposible?
O podemos tomar la otra cara de Moebius y preguntar: ¿El libro imposible es un objeto qué desea?
Los objetos de los hombres están ahí al asecho esperando que la vibración correcta nos obligue a utilizarlos. Así un arma busca en forma desesperada que alguien la dispare y hará todo lo que esté a su alcance para lograrlo. El cuchillo buscará cortar y el ¿secreto? video hot de la modelo de turno a revelarse. En fin hay que tener mucho cuidado con los objetos porque todos ellos están mucho mas vivos de lo que parecen y no pararán hasta adueñarse de ti y de tu tiempo. Una computadora o Internet, por ejemplo, te usará como si fueses los granitos de arena que forman el icono de su reloj.
El libro imposible nos muestra también el borde de la fe. Seguramente para muchos es un libro que no debe ser leído sino que testimonia a Dios. No es un libro para pensarse y quienes piensen, como viene sucediendo desde hace cientos de años, fracasen. Es tal vez un libro de señales, como las que buscamos cuando parte un ser querido. Yo he encontrado las señales pero no se a que se deben quizá sólo sea una forma de organizar el abismo. Tal vez la búsqueda de patrones nos aleja de la identidad. Es que cada día es totalmente único e irrepetible. Cada objeto es completamente indescriptible en su totalidad. Les damos un nombre para que entren en lo general, porque lo general es muy poco, y es bien poco, entonces lo que podemos comprender. Así un vaso es una generalidad que comprendemos, pero ese vaso en particular no terminaríamos nunca de describirlo. Lo mismo sucede hasta con el átomo fundamental del pensamiento: el número. Gregory Chaitin lo demostró.
Sucede que el famoso número Pi, tiene infinitas cifras decimales no periódicas, pero igual puede describirse con pocas palabras como la cantidad de veces que el diámetro entra en el circunferencia. Ahora Chaitin que vivió en la Argentina y tuvo un encuentro imposible con Gödel nos muestra otros números, los no computables, estos números también tienen infinitas cifras, sin embargo no puede hallarse ninguna forma de describirlos en forma simplificada. La forma mas simple de describir estos números es mencionando cada una de sus infinitas cifras. Estos números son como un vaso en particular no se pueden terminar de describir. La paradoja es que estos números son prácticamente todos, son los mas comunes, o sea si uno eligiera al azar un número cualquiera siempre daría con un número no computable. Los números que conocemos nosotros, con los que trabajamos en la escuela, con las que edificamos la razón, prácticamente no existen.
¿Sera el mensaje del libro imposible uno de estos números? Pareciera que no porque el libro imposible sigue la ley de Zipf por la cual se demuestra que está escrito en un lenguaje. Además el libro imposible no es infinito aunque se han perdido o robado unas cuantas de sus páginas.
Por otra parte el lenguaje, cuando hablamos de las cosas sin nombre, o sea de los particulares y de los números no computables, es bien pobre. El lenguaje es una simplificación extrema con la cual sólo se accede a lo general a su vez una simplificación extrema de la realidad. Pero el lenguaje contiene un secreto. Para descubrirlo hay que beber de la pócima que dejó Lewis Carroll y que ahora está sobre tu mesa. Con ella se accede a la fisura, a lo imperfecto, a lo particular y a lo imposible. Se trata de las confusiones, como ya lo escribiera en mi Teoría Semiótica de la Confusión ellas son como un hilo capaz de unir retazos de lenguajes y realidades por fuera de la lógica.
En el principio era el Verbo. Con esta frase comienza la biblia: el Verbo estaba antes de Dios. Quizá porque desde el inicio de los tiempos se tuvo que esperar a que se desarrolle el lenguaje para que la idea de Dios pudiese concebirse. Inyectar Verbo en las mentes puede tener entonces una influencia omnipresente: depende del Verbo cómo pensemos a Dios.
Y así el lenguaje se fue desarrollando en diversas culturas y no siempre del mismo modo. Distintos Verbos implicaron diferentes Dioses y cosmovisiones del mundo. La fragmentación de pensamientos fue posible hasta que sucedió la escritura: en ese momento comenzó a establecerse un modo estático que reemplazaría al modo dialógico del pensamiento. Se fosilizó el patrón y la regla que debían seguir millares.
Hace algo más de 500 años sucedieron dos acontecimientos simultáneos. Colón descubría lo que su Verbo le dictaba: Las Indias. Y Güttemberg inventaba la más poderosa de todas las armas: La imprenta. Con ella ahora el patrón podría difundirse globalmente: se elegía la historia conveniente y se la multiplicaría por millones. La primera historia elegida fue la Biblia: el eje del Poder en ese momento.
Si bien con la imprenta se consiguió una fábrica ilimitada de sellar una sola historia, una sola realidad, pronto los diferentes poderes se hicieron de la máquina y así el pensamiento tuvo la oportunidad de comparar diversos libros-ideas. Sin embargo, no todos los pensamientos pudieron hacerlo y la gran mayoría quedó atrapado en los modelos de historia única: notablemente el libro oficial en las escuelas actuó como un poderoso catalizador para construir el patriotismo y la identidad de los futuros niños. Gracias a estos manuales aún hoy para todo el mundo es tan claro y cristalino que hay que ser patriota que a casi nadie le surge la más elemental de las preguntas: porqué. Sin el porqué, sin la respuesta profunda de ese porqué, no se está persiguiendo un sueño colectivo sino un comportamiento adquirido.
Quizás el libro imposible este escrito realmente en un lenguaje indescifrable. Quizá sea un fraude. Pero en ambos casos pudo haber un mismo propósito. Para entenderlo tuve que soñar.
Fue un sueño repetitivo que no se iba y seguía durante meses, no aparecía siempre sino ocasionalmente y sin seguir un rumbo definido. Estaba yo caminando detrás de la casa de gobierno y aparecía un espacio vacío del cual se divisaba a lo lejos un muro, un muro bien antiguo, pero de alguna forma restaurado. Siempre, en cada sueño, me quedaba caminando alrededor del muro buscando encontrar alguna cosa. Hasta que a veces lograba mover alguno de los ladrillos como arrancándolos del muro y ahí finalizaba el sueño.
Cuando tenía 16 años mi maestro José de España me habló de un mural. Era la parte principal de su anecdotario sobre Natalio Botana el mítico fundador del diario Crítica. Botana tenía una estancia y en el subsuelo tenían un espacio donde se fumaba, y se realizaban las tertulias que duraban hasta la madrugada con la elite de los artistas de la época como Pablo Neruda. El gran muralista mexicano Siqueiros había venido a la Argentina. Pudo dictar conferencias pero no encontraba donde hacer uno de sus grandes murales. No conseguía la autorización ya que su militancia comunista le cerraba puertas. Así que Botana le ofreció ese sótano el que era testigo de las grandes charlas pero que en realidad era todo lo contrario a lo Siqueiros deseaba. Era algo que nadie iba a poder visitar quedaría enterrado ahí para el resto de los tiempos.
Siempre José de España me habló de ese mural como algo especial. Pasaron los años y el mural fue olvidado. Yo, en cambio, no olvidé a mi maestro ni a esa historia. Cuando Alvaro Alsogaray compró la propiedad su esposa lo tapó con pintura y cal el mural porque los desnudos ofendían las buenas costumbres. Y pasaron mas años y el olvido tejió con raíces las paredes y las arañas cubrieron con sus telas lo poco que aún podía verse. Ya no estaba Natalia Botana. No estaba tampoco José de España ni Alvaro Alsogaray. El reloj se había derretido y ya no estaba tampoco el mural.
Luego ya en los 90 alguien descubrió la joya escondida y compró la propiedad, y, con técnicas nada sencillas, seccionaron en trozos el sótano y lo pusieron en conteiners con destino a México. El mural estaba a punto de partir cuando un juez lo frenó. Quedó muchos años atrapado en esos conteiners. Y hasta ahí sabía mas o menos yo la historia.
Hace pocos meses estuve por la Casa Rosada y fui a la parte de atrás. Había un vacío, literalmente una nada porque todo estaba en el subsuelo. Desde lejos diviso un muro, el trozo de un muro igual al de mis sueños. Estaban los mismos ladrillos, y decidí cambiar mi camino. Esa tarde abandoné el camino que tenía trazado y decidí que iba a seguir el camino que dictaran mis sueños. Me aventuré a eso que luego reparé era el Museo del Bicentenario. Voy caminando por él y veo una imagen grande, enorme, de Siqueiros. Sigo, voy por la parte de atrás y veo la entrada. La entrada perfectamente reconstruida del sótano de Botana, la entrada que me señalara mi maestro hace más de 25 años.
De pronto estoy ahí, donde estuvo él, y podía ver a todos sus fantasmas, lo veía a Pablo Neruda ingresando con sus dos mujeres. Veía perfectamente la discusión que tuvieron Siqueiros y Conrado Nalé Roxlo cuando este le sugirió que a sus conferencias solo iba “su” gente (por los comunistas). Y ahí nomás Siqueiros se paraba, y abofeteaba a un Nale Roxlo que era un enano frente a él. Veia todos los fantasmas pero lo que veía por primera vez era el Mural.
El Mural se llama “Ejercicio Plástico”. Y el Mural no es un mural en el sentido que uno piensa la palabra. Siqueiros decidió no usar una pared: decidió usar completamente todo el espacio. Y entonces en realidad uno se encuentra dentro de una especie de burbuja, que sería el sótano, que Siqueiros imaginó trasportado a otro lado como al fondo del mar, donde diversos seres se paran y te miran, sea por los costados por arriba o abajo. Y mientras tu miras hacia afuera ellas –varias reinterpretaciones- de su amada te miran hacia adentro. Notablemente el artista anticipó lo que realmente sucedió: el sótano -que es un objeto- logró cumplir su deseo y comenzó a moverse por el tiempo y por el espacio. Pero no se movió de cualquier manera sino que lo hizo de sótano a sótano. Hoy es el sótano de la Casa Rosada lo que alberga a lo que algunos definimos como la Capilla Sixtina del Siglo XXI. Una cúpula sin límites pese a que esté cerrada sobre sí misma.
Si estas un rato te darás cuenta.
Ahora tu eres la Manzana y ninguna de las doncellas te pueden conocer totalmente.
Si viajas dentro de Ejercicio Plástico verás que no hay una Verdad afuera: tu eres la Verdad. No soy yo quien va a leer el manuscrito Voynich sino que es él quien me está leyendo a mi. Sea un fraude o no él me esta diciendo que soy interesante para él y la razón de ello es que se quedó pegado a mi burbuja.
Puedo, por otra parte, mover mi burbuja y dejar que sean otros los seres que se peguen. Cada uno, como el de estas doncellas, me deseará y me conocerá sólo parcialmente. Yo, por otra parte, no tengo otra forma de conocerme que a través de sus miradas, de la colección de seres que se fueron pegando a mi burbuja a lo largo del tiempo. A veces se pegan mas objetos que personas. A veces la paradoja sucede y hay cosas dentro de ti que se pegan por afuera como tus hijos. Es ahí cuando, por fin, logras descubrir el otro lado de tu espejo.
Quizás el Manuscrito Voynich lo que nos está diciendo es que sobrevivió a Güttemberg, que contiene una historia única e irrepetible, tan irrepetible que nadie la puede, aunque lo quiera, repetir. Estamos viajando en una burbuja que también es única e irrepetible: nosotros somos nuestra propia significación. Y es por eso que es tan importante permitir que nuestra burbuja viaje sin seguir los vientos. Sólo los peces muertos siguen la corriente del río.
Nadie nunca podrá ser como nosotros. “La Verdad, el Tiempo, la Energía, el Amor y la Libertad son las cosas que vivimos vos y yo como únicos” esa fue la última línea que pegó mi padre sobre mi burbuja. Sin ningún temor mi padre se lanzó al océano. Mientras nadaba yo quería leer sus brazadas. Pero si viajas descubrirás que ese océano tiene un horizonte y ese horizonte somos nosotros mismos.
Hay veces que tenemos la suerte de que alguien nos muerda. Hay veces que tenemos una Eva y es entonces cuando la búsqueda de esa Verdad externa e inmortal ya no es necesaria. Por algo partimos del Eden. Nos fuimos para tener ojos de pasión. Para ser únicos e irrepetibles. No hay dios que nos pueda duplicar ni conocer: no somos computables. Eso es lo que dice, para mi, el manuscrito Voynich.
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