Tal vez ya no estaba viendo a Steve Ballmer. Estaba sí en su keynote donde Steve presentaba mundialmente la estrategia central de Microsoft para este año basada en el triple lanzamiento de Windows Server, SQL Server y VisualStudio 2008, pero algo era diferente.
De golpe Marcel Schwob se me apareció como un fantasma que intentaba explicarme lo que había sucedido. En su Corazón Doble el gran escritor francés postula que -como todos sabemos- morimos si nuestro corazón nos abandona. Pero hay otro corazón, dice Marcel, es el corazón exterior: ese que nos relaciona con el mundo. Si ese corazón desaparece también estamos acabados. Morimos de soledad.
Y Steve Ballmer estaba vivo, claro, pero era distinto. Ya no gritaba y gesticulaba como antes. Tampoco saltaba. No parecía haber envejecido y, sin embargo, al abandonar su histrionismo se perdía el entusiasmo. ¿Qué había sucedido? Investigué con la mejor herramienta que tenía a mano: la pregunta. Tras varios intentos alguien reveló la explicación: efectivamente Ballmer estaba distinto porque un supuesto “consejo de inversores” quería que no parezca tan "loco" ante el público. Ellos temen por el valor de la acción de Microsoft. No quieren algo demasiado informal como Steve, ellos desean un Ballmer.
Notablemente la acción de Microsoft no pasa grandes sobresaltos: no aumenta mucho, es cierto, pero tampoco disminuye tanto. Por el contrario Google muestra otro tipo de comportamiento: su acción comenzó en USD 80 y llegó a superar los USD 800, pero en tiempos recientes sufrió una caída de un 40 por ciento. Microsoft se mueve sin cambios demasiado bruscos. Y eso no necesariamente es malo: demuestra que el negocio de Microsoft es real, no responde a caprichos y su comportamiento en el mercado es relativamente previsible como lo son otras compañías ya centenarias.
Sin embargo matar el corazón exterior de Ballmer puede tener serias implicancias. Si no hay entusiasmo todo acaba. Hace muy poco, en Alemania, se dio a conocer una fabulosa colección de manuscritos entre los que se encontraba uno de Simón Bolivar. El libertador de América -como una vez lo llamó el mismísimo San Martín ante la atónita mirada de Sarmiento- dejó escrito una sentencia inmortal en ese manuscrito:
"Nuestra apatía y la de nuestros buenos ciudadanos es un veneno mortal. ¡El opio es menos dañino!. Recomiendo entusiasmo y pasión, de otro modo no hay salvación posible"
Y esa es la clave de todo. Poco después de la muerte de Bolivar, y también en Alemania, el matemático y lógico Gotlob Frege escribió un ensayo inmotal: Sobre Sentido y Referencia. Se trata de un trabajo fundamental que debiera ser leído por todos los profesionales de comunicación y marketing. En síntesis investiga que sucede cuando cambiamos el sentido de un signo manteniendo el objeto al que se refiere. Por ejemplo decir uno más tres y decir dos más dos refieren a lo mismo: el cuatro, aunque el sentido en que están expresados es diferente.
De pronto el fantasma de Macer Schwob se escapa, y con él también se va Frege aunque algunos sostengan que es posible al menos ver su sombra en la biblioteca de la Universidad de Jena. Ya no estaban Bolivar ni San Martín. En el centro de la escena volvía a estar Ballmer que era Ballmer pero ya no era Steve. El sentido había cambiado, ¿También había mutado la referencia? ¿Y si Microsoft ya no era Microsoft?
Todo parece un juego de palabras y de conceptos como un alquimista que busca la quimérica transmutación de la materia. Pero yo no lo creo. Tal vez porque pienso que la pasión ocupa un rol central para hacer lo que solemos hacer: cosas imposibles. El avión en el que estoy viajando (by the way… en primera clase, al fin logré el upgrade to business!), la notebook en la que escribo, y la pantalla en la que usted lee, no se hacen sin grandes sacrificios donde se dejan de lado muchas cosas con tal de lograr avanzar un paso más allá en la transmutación que sí hemos logrado: la de nuestro conocimiento e imaginación en objetos y servicios increíbles.
El leitmotiv del evento de Microsof era realmente pasional: "Heroes happend here". Sin embargo, con Ballmer se perdía lo que Steve siempre logró: ir más allá de la tecnología para ofrecer un estilo de vida a su comunidad. Para fomentar la pasión que Bolivar sigue reclamando. Y no estamos hablando de cualquier pasión que anda suelta por ahí: se trata de la pasión que formó la compañía más exitosa de la historia. Ojala Ballmer vuelva a ser Steve. Esperamos verlo pronto en Houston durante el Microsoft Partner Conference.
Mientras tanto pensemos que hubiésemos visto a Steve: él lo hubiese sacudido. Seguramente le habría gritado que los nuevos productos de Microsoft no son nada sin usted. Que no basta con leer las nuevas características: el desafío es pensar que se puede crear a partir de ellas. Y los gritos y gesticulaciones de Ballmer lo hubiesen acompañado como un fantasma durante las semanas siguientes. Hasta que, de pronto, el fantasma enciende la magia, y la idea nace, crece y se desarrolla para formar algo de lo que pueda sentirse orgulloso. Porque los negocios no son sólo dinero son también construcción y realización de proyectos. Y, si la perseverancia no lo abandona, seguramente algunos de ellos los contará orgullosamente cuando sus nietos busquen alimentarse de su pasión.
Esperamos que vuelva Ballmer. Microsoft necesita de su otro corazón. Los verdaderos inversores lo agradecerán.
Pablo Wahnon
pablow@itsitio.com
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